
Hijo, desde el día que te concebimos tu papá y yo, cambiastes para siempre nuestras vidas.
Te esperabamos con mucha ilusión y parecía que tenias muchas ganas de nacer, porque siempre que papá llegaba del trabajo y tocaba mi vientre, te saludaba con mucha ternura y amor e increiblemente dabas patadas, como señal de que escuchabas o al menos entendías que eras importante para nosotros.
El día que naciste un 27 de julio de 1983, y te vi por primera vez, me robastes el corazón, eras como una zanahoria, pequeñita, llorabas y llorabas y la enfermera te acerco a mi cara y te hable. Solo te dije "hola hijo mío, bienvenido" y para sorpresa de todos dejastes de llorar.
Cuando tu papá te vio, quedaron enganchados para siempre, no solo fuistes su hijo, fuistes su compañero y amigo, hasta el último momento de tu vida.
Todo lo que haciamos contigo cobraba un nuevo sentido para nuestras vidas. Todo era ilusión, amor y desde entonces fuimos tres, hasta que llegó tu hermana Katy, y entonces pasamos a ser cuatro, para todo.
Te esperabamos con mucha ilusión y parecía que tenias muchas ganas de nacer, porque siempre que papá llegaba del trabajo y tocaba mi vientre, te saludaba con mucha ternura y amor e increiblemente dabas patadas, como señal de que escuchabas o al menos entendías que eras importante para nosotros.
El día que naciste un 27 de julio de 1983, y te vi por primera vez, me robastes el corazón, eras como una zanahoria, pequeñita, llorabas y llorabas y la enfermera te acerco a mi cara y te hable. Solo te dije "hola hijo mío, bienvenido" y para sorpresa de todos dejastes de llorar.
Cuando tu papá te vio, quedaron enganchados para siempre, no solo fuistes su hijo, fuistes su compañero y amigo, hasta el último momento de tu vida.
Todo lo que haciamos contigo cobraba un nuevo sentido para nuestras vidas. Todo era ilusión, amor y desde entonces fuimos tres, hasta que llegó tu hermana Katy, y entonces pasamos a ser cuatro, para todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario